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Región: Sagua La Grande
Provincia: Las Villas
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“Se postraron para adorarlo y, abriendo sus cofres le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra”.
San Mateo. (2, 11)
Tenía alrededor de seis años cuando viví la última Celebración de los Reyes Magos, todavía quedan los recuerdos de aquella mañana del 6 de enero del 69 o del 70: en la sala estaban los regalos junto al arbolito de Navidad y en mi rostro la alegría porque los Reyes Magos habían pasado en la madrugada, leyendo mi carta y dejando los juguetes.
El resto de la infancia transcurrió en la década del 70. Melchor, Gaspar y Baltasar fueron cambiados por el bombo; el mes de enero por el mes de julio. Las cartas que se escribían el 5 de enero bajo la supervisión de los abuelos, por la espera durante una noche de un número, que te permitía entrar en una tienda determinada y comprar tres juguetes: el básico, el no básico y el dirigido.
No puedo evitar que estos recuerdos vengan a mi mente. Hoy 5 de enero, a mis 46 años, me ilusiona rezarle en la noche a Melchor, Gaspar y Baltasar, quienes desde Belén, se ponen a caminar los caminos de la historia, de los pueblos, de las familias y dejan alegría e ilusión en muchos hogares.
Vuelven los Reyes Magos a muchos hogares cubanos. La ilusión de los niños hace que en estos días muchos padres y abuelos, busquen en medio de las “ofertas” que se presentan el juguete para mantener viva, más que una tradición, el amanecer diferente del 6 de enero.
Admiro el esfuerzo de muchos adultos en estos días, sacrificio de que se hace con alegría porque les hace recordar tiempos pasados y que permite a otros vivir momentos que no conocieron en su historia personal. Por otro lado me desconcierta que algunas maestras, ante la conversación de los niños en el aula sobre la existencia de los Reyes Magos, traten de matar la ilusión con crudeza, no respetando el sentimiento de los padres; este hecho me hace recordar a mi maestra de primer grado, sabia en años y en conocimientos, en la escuela primaria “Roberto Casals” de Cienfuegos ante la afirmación de un niño de que los Reyes Magos no existían, “que eran un invento de los padres”. Su respuesta fue sencilla: “pregúntenle a sus padres, ellos son los que conocen a las personas que visitan la casa”.
Raul Rodríguez Dago
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